Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2011-10-01 • Acentos
Los partidos políticos son entes de interés público, lo que en ellos suceda conlleva interés jurídico en la sociedad y puede ser discutido además de reivindicado ante autoridades electorales, tanto administrativas, como judiciales especializadas.
Lamentable que un derecho y obligación como denunciar o quejarse en cuanto a dislates, arbitrariedades o ilícitos de prematuros aspirantes y sus partidos ante órganos electorales, tanto en el ámbito federal como local, se convierta en práctica meramente anecdótica, referente estadístico o sólo para cumplir con nuestra conciencia cívica.
No sirven los árbitros, los órganos responsables de la tutela legal y eficaz de los asuntos resultan como “La carabina de Ambrosio”; fallan parejito como los coches viejos y mal atendidos, dado que casi siempre encuentran la “fórmula adecuada” para salir del dilema que les significa resolver cualquier queja presentada, desechándola prácticamente sin entrar a su estudio y análisis de fondo.
La autoridad en éste sentido es una burda figura de trámite negativo, cómplice y comparsa de las fechorías electorales de partidos y sus integrantes que disfrutan violentando normas generales y las propias especiales de cada organización partidista.
Así pues, la negativa de la cuestionada autoridad electoral a resolver de fondo las denuncias ciudadanas, ha convalidado la práctica viciosa de realizar actos anticipados de campaña de quienes descarada e impunemente, aprovechando los cargos públicos y los recursos del pueblo, hacen honor al dicho de “traga más pinole, el que tiene más saliva”.
La impunidad, falta de carácter y arrestos de las autoridades electorales provocan que prolifere la intromisión en campañas y precampañas de grupos de poder fácticos que con recursos de “conocido” origen inmoral, o de algunos empresarios y adinerados que tutelan dichos actos, financian precandidaturas que nacen, se nutren y se vuelven competitivas “a golpe de chequera”, o “a manotazos al cajón”.
Además de la ausencia legal de candidaturas independientes, el exceso de recursos públicos vía los propios partidos o los que inmoralmente y en forma delictiva se dilapidan del erario al utilizarlos en promoción electorera personal y la posibilidad que se da a “cabilderos” de comprar y fabricar candidatos, manipulando la voluntad popular, resultan candidatos sólo aquellos que “tragan más pinole, porque tienen más saliva.
Ganan las elecciones los más “apalancados”, casi nunca los mejores y eso ha dado por resultado, pésimos gobiernos, decantados hacia intereses económicos, a veces oscuros, opacos y hasta ligados al hampa.
Mientras no avancemos en mayor legalidad, rendición de cuentas, penalización, control, transparencia y mayor cultura cívica, seguiremos en el tobogán del descenso pronunciado en que hemos venido cayendo desde hace años y nos conduce inexorablemente a la pobreza, violencia, terror y caos.
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