Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2009-03-07 • Acentos
Cuando a Emilio González Márquez se le ocurrió la graciosa idea de terminar muy a su modo con el otrora culto al informe del gobernador, incurrió en algo aún peor. Por lo menos antes era “rollo”, toneladas de saliva y de tinta para más o menos decir, entre otras cosas, que se había cumplido. Hoy la mentira es la constante.
Antaño los gobernantes cuidaban las formas al margen del desempeño de sus gestiones. Ahora no sólo se han relajado, sino que se ha llegado al grado de que el titular del Ejecutivo del estado puede a diestra y siniestra recordarle la progenitora a los jaliscienses, sin menor empacho que una breve cruda moral que seguramente no fue mayor a la etílica.
El informe del gobernador, cuatrimestral ahora; sirve para dos cosas: la primera, para mantener vigencia mediática y, la segunda, para mentir, confundir y tergiversar con números que en la realidad no se han significado aún.
Este segundo informe, sin los protocolos acostumbrados, incurre a decir de los propios diputados, quienes ya han tenido la oportunidad de glosarlo, en deficiencias e inconsistencias que no han podido ser explicadas ni por los titulares de las secretarías que han sido llamados por las comisiones legislativas correspondientes.
No es para menos, la sociedad conoce que durante 2008 los excesos y la discrecionalidad en la aplicación de los recursos, aunado a los caprichos y desplantes de Emilio González, dejaron claro que en Jalisco el recurso económico se aplica de acuerdo con el humor del gobernador.
Hoy pretenden encontrar el hilo negro al anunciar con bombo y platillo que el informe de indicadores es una muestra de la eficiencia y eficacia del gobierno del estado, cuando, entre otras cosas, ni ellos mismos se han puesto de acuerdo sobre cómo interpretar dichos números, mucho menos compararlos, distinguirlos o discriminarlos.
El ejercicio entonces se ha convertido en una serie de datos inútiles que no aportan significancia, que no establecen parámetros confiables y que a la par de otros realizados por instancias competentes distan diametralmente en sus conclusiones.
No han podido empatar sus índices e indicadores a la realidad de los jaliscienses, porque mientras ellos ven jauja, en las calles la opinión de los ciudadanos es contraria.
Y aunque Emilio se vaya a dormir a casas de familias en extrema pobreza, o se suba a los camiones, o se siente en una silla de ruedas, o se monte en una bicicleta o se ponga un casco de obrero, no va a entender que mientras en las mesas y en los bolsillos de los jaliscienses no se reflejen sus supuestos indicadores, su administración no habrá cumplido, será deficiente, timorata, incapaz y, ahora con estas prácticas, mentirosa.
salvador@salvadorcosio.org
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