Reforma del Estado

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-06-02 • Acentos
En México tenemos más de 30 años escuchando, sin falta al inicio de cada sexenio, sobre la necesidad de una reforma del Estado mexicano. No obstante, la dificultad para asimilar sus alcances así como la poca disposición de todos los institutos políticos, ha dado como resultado que los intentos, si acaso, lleguen a convertirse simplemente en un intento de reforma administrativa del gobierno.
El concepto es muy extenso, incluye gran cantidad de temas de los ámbitos de política económica, política social, administración pública, política electoral, sobre todo atendiendo a la naturaleza de un Estado como el nuestro. Siendo un concepto tan vasto, termina por perderse de vista su significado, por lo que desde las distintas disciplinas se intenta precisar sus alcances, acotándolo a campos más específicos a los que cada gobernante da prioridad, según su propia estrategia mediática y no a las necesidades integrales del país.
Las administraciones federales en turno han concebido de diferentes maneras a la reforma, pero la escasa aportación de todas, a la fecha, es que consideran al Estado mexicano un ente obeso y con base a ello es que se ha venido manejando más en el redimensionamiento administrativo y de gobierno que en el de una auténtica Reforma del Estado.
El objetivo que se planteó de la reforma en los regímenes priistas fue el de terminar con el Estado paternalista, propietario, interventor excesivo y absorbente, promoviendo en cambio su fortalecimiento para hacerlo más justo y eficaz. Para ello, se requería redimensionarlo, haciéndolo ágil y eficiente, ampliando los espacios a la iniciativa de los grupos sociales organizados y liberando recursos que estaban atados a empresas públicas para concentrar la atención política en las prioridades impostergables de justicia.
El ejercicio democrático de la autoridad, el aliento a la participación y organización popular en los programas sociales, la privatización de las empresas públicas no estratégicas, dando a los obreros participación en su propiedad y canalizando el producto de su venta a programas sociales, entre otras, fueron aportaciones que permitieron visualizar la importancia de una reforma integral y profunda, pero no se tuvo la ambición y la responsabilidad para plantearla a mediano o largo plazo, se centró en la inmediatez de los resultados quizá para legitimar su continuidad en el poder.
La reforma del Estado no se concentra solamente en una reforma constitucional, aunque esta sea su vía más idónea para llevarse a cabo. Más bien es un proceso de adecuación permanente entre los órganos del Estado y las transformaciones propias al paso del tiempo en una sociedad, a su desarrollo.
La reforma del Estado en México, hoy, no camina en ese sentido, más bien se asume como una reacción a una serie de cambios profundos que se han producido en al sociedad mexicana, en su gobierno, y sobre todo en su relación entre ambos. Esto es evidente, incluso, si se mira desde donde se está promoviendo la reforma del Estado.
El cambio político ocurrido en México durante los últimos años es, al mismo tiempo, origen y consecuencia de la reforma del Estado, entendida ésta como un proceso constante, continuo.
La reforma del Estado involucra una reforma política que garantice la gobernabilidad, entendida como la relación de legitimidad del Estado y de sus gobierno con la sociedad; que permita la existencia de mecanismos de responsabilidad de políticos y burócratas ante la sociedad, básicamente que exista un nuevo contrato social básico.
El gran desafió es tener partidos políticos que correspondan a orientaciones ideológicas modernas ajustadas a nuestro entorno, es también desarrollar un sistema electoral que permita la formación de gobiernos que sean representativos y que cuenten con mayorías estables.
En México se ha caído en la gran confusión entre reforma del Estado y el redimensionamiento del gobierno, ya que los presidentes en turno creen que reformar es hacer menos obeso al sistema burocrático, aunque también hay que reconocer que esto sí es parte de la reforma.
La reforma del Estado está compuesta por una serie de reformas, las cuales, podríamos decir que: las primordiales son las reformas en el nivel de la gestión que hoy se manifiestan en privatizaciones, desregulaciones, administraciones públicas compartidas o concesionadas.
El segundo nivel es el de la reforma de la política misma. Son las reformas de la relación política entre sociedad y Estado, en particular la forma de elegir a los titulares de los poderes del Estado y las formas como se componen y ejercen los poderes públicos. También las formas de interrelación entre los poderes y niveles de Estado.
Finalmente, la gran reforma del Estado se consumaría en las leyes fundamentales de éste, relativas al ámbito y ejercicio de las libertades políticas y económicas de los ciudadanos, y al ámbito y ejercicio de los poderes regulatorios y de intervención del Estado. La reforma profunda es la constitucional.
salvador@salvadorcosio.org

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