¡¡Bomba!!

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-05-26 • Acentos
El pasado domingo se celebraron elecciones en el sureño estado de Yucatán, donde se renovó el Congreso, la gubernatura y las presidencias municipales con una característica que hizo especial este proceso, el haber sido la primera elección en la era de Felipe Calderón.
Con una copiosa votación que supera el promedio nacional al participar prácticamente el 70 por ciento del padrón de electores, con un comportamiento cívico y ordenado, los yucatecos dieron una lección al partido en el gobierno, en la que manifestaron su rechazo a cualquier intromisión federal.
El rechazo, aunado a los reclamos recurrentes por el pésimo trabajo del gobernador panista Patricio Patrón Labiada, quien nunca supo acercarse a la sociedad que le dio el triunfo hace seis años y tampoco encontró sentido al ejercicio del gobierno provocando no sólo el estancamiento de la entidad, sino, en algunas áreas, un retrazo que costará mucho superar a la sociedad productiva yucateca.
El mandatario panista saliente tiene ahora la grave preocupación de solventar de cualquier forma, si fuera posible, la larga lista de arbitrariedades, abusos y excesos de su hermano incomodo, quien todavía el día de la elección fuera sorprendido con maletas de dinero presumiblemente comprando votos, acorralado por electores y obligado a huir no sin antes provocar lesiones a personas y daños a vehículos, escudado en la ilegal inmunidad de la que gozo estos últimos años.
El tráfico de influencias y el cinismo fue el sello del gobierno que termina, que no obstante la exigencia de actores políticos y sociales del país y del estado favoreció a toda costa a la clase pudiente de la región, especialmente a quien habiendo cometido parricidios y homicidios nunca purgaron la pena que merecían, gracias a las gestiones de Patrón Labiada.
Así, desgastado y con un estado harto de su inoperancia e incapacidad, aún tuvo la osadía de tratar de intervenir en la elección interna de su partido para designar al candidato a sucederle, metiéndose en un pleito de proporciones nacionales que parece no tener fin entre los dos grupos dominantes del Partido Acción Nacional.
La ambición desmedida del presidente nacional del PAN intentando imponer a su gente, y el equipo de Calderón haciendo lo propio, terminaron por atomizar las posibilidad de triunfo y desde luego de unidad de los panistas yucatecos.
Para colmo, Acción Nacional optó, una vez más, por apostarle a la infamia, a la difamación y a la denostación como único argumento de campaña, difundiendo otra vez mentiras y calumnias de sus oponentes, sin ofrecer una plataforma de ideas y soluciones, sin delinear un plan de gobierno o estructuras líneas y estrategias de acción, pero esta vez no funcionó, han sido ya muchas ocasiones en que la ciudadanía mordió el anzuelo de la descalificación de los demás como vía para erigirse como la mejor opción política.
La derrota no sólo ha quedado en eso, se ha convertido rápidamente en un desastre de proporciones aún no calculadas; Manuel Espino ha acusado a funcionarios federales cercanísimos a Calderón de delitos electorales que la autoridad debe investigar y sancionar, por otro lado, el grupo en el gobierno prefiere ver los acontecimientos como la despedida vergonzosa de su líder partidista en franca alusión a su deseo de que pierda la dirigencia en la que aspira reelegirse.
La candidatura del todavía presidente del PAN continúa tambaleándose, la elección del domingo ha sido para él una auténtica bomba yucateca que le ha explotado en la cara dejando ver la fuerte crisis partidista y la difícil labor que le espera a quien encabece las tareas de su partido. Espino, habrá de recordarse, no ha la habilidad ni la suerte como dirigente, desde el inicio de su gestión perdió elecciones en el Estado de México, donde venía acrecentándose la presencia blanquiazul, después Nayarit, donde ya eran gobierno, y luego Coahuila.
Para completar el cuadro, el candidato presidencial nunca pudo coordinarse con su partido y aún ahora es allí donde se escucha la voz más discordante, donde se generan más problemas que complican su accionar como mandatario de país.
México entero sigue esperando que terminen sus diferencias, pues mientras ellos miden sus fuerzas, los ciudadanos somos víctimas de su grilla, como ejemplo, tenemos a Jalisco, donde no vemos el apoyo que dijo en campaña tendría nuestra entidad, porque todo lo pasan por el rasero partidista olvidando negligentemente que tiene la obligación de gobernar para todos los mexicanos.
Buen punto para Beatriz Paredes que se estrena con un claro triunfo como presidenta del PRI, aunque deberá estar atenta y no dormirse en sus laureles.
Yucatán ha sido, el domingo, un mosaico de las carencias panistas, un ejemplo de participación ciudadana y una muestra de que en México ningún partido tiene garantizado el triunfo ni tatuada la derrota.
Yucatán ha enseñado a los partidos políticos que cada entidad tiene su propia estructura cultural, social y política que le hacen diferente a los demás y que obligan a respetar nacionalmente las decisiones locales.
salvador@salvadorcosio.org

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