Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2011-03-12 • Acentos
Rápido y furioso fue el terremoto de 8.9 grados que generó un tsunami en Japón, provocando alertas internacionales para prevenir sus efectos en islas y costas del Pacífico, incluidos varios puntos del litoral mexicano.
Pazguata y timorata la respuesta del gobierno federal, demostrando que no existe preparación para reaccionar oportuna y eficazmente ante un embate de esta naturaleza, que afortunadamente no significó mayor riesgo para las costas mexicanas.
Rápido y furioso, el embajador Carlos Pascual, quien tilda al presidente Felipe Calderón de "abrumado e inseguro" y cual tsunami arremete contra los tristes, grises y mediocres perfiles de tapados y destapados aspirantes del PAN a la presidencia de la república, como Emilio González Marquez, cuya mediocridad no está en tela de juicio.
Pazguata y timorata la reacción del gobierno federal ante la intromisión del diplomático estadunidense en la política interior del país, a quien se le respondió con escuetos comunicados y débiles declaraciones que rayaron en la estupidez y mediocridad.
Ni rápida ni furiosa, la reacción ante la filtración de la operación clandestina "fast and furious" que flagrantemente violó la soberanía nacional al permitir la internación al país de miles de armas largas que terminaron en manos de criminales y delincuentes bajo la complicidad de corruptos funcionarios que cobardemente intentan justificar su reprochable traición a la patria con el endeble argumento de una supuesta operación consensuada para detener capos y líderes de cárteles mexicanos.
Se fortalece la evidencia de un gobierno pazguato y timorato, incapaz de mantener el orden y preservar la seguridad y paz social, pero capaz de autorizar y solapar ilegalmente operaciones encubiertas, atentando contra la independencia, soberanía y seguridad nacional.
Rápido y furioso fue el deslinde de la autoridad estadunidense ante el escándalo desatado, mientras que pazguata y tardíamente el gobierno mexicano no encuentra la manera de justificar su complicidad dentro de la vergonzosa y preocupante operación que ha quebrantado y vulnerado todo orden legal.
No existe ante la innegable transgresión de la soberanía nacional un pronunciamiento enérgico y contundente del gobierno federal, que exija respuesta rápida y clara de las autoridades estadunidenses sobre la ilegal intervención y consecuente conspiración, y si no lo hay sólo puede ser por dos motivos, porque el gobierno sigue agachado y de rodillas ante el imperialismo yanqui, o porque simple y sencillamente fueron cómplices y culpables de la indebida operación que a los gringos les redituó dinero y ventas, mientras que a nosotros nos dejó sangre y muertos.
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