Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-09-08 • Acentos
Y la estrategia no funcionó, después de haber comenzado abriendo juego, como en la baraja, Felipe Calderón provocó un escándalo al proponer un debate con los diputados federales, con el propósito, decía, de modernizar el formato de la presentación de los informes de gobierno.
Previo a su ocurrencia, y apenas unos meses atrás, él personalmente violentaba flagrantemente la autonomía de los poderes al irrumpir en la Cámara de Diputados en una afrenta que no será fácil de olvidar y que, por lo pronto, resultó útil para imaginar que lejos de encontrar eco, lo que generó fue la ira en los legisladores.
A pesar de la posibilidad de tener calculada esa reacción, Calderón subestimó la actitud y la inteligencia cameral, de la que seguramente esperaba que le negaran el debate, pero a cambio le permitieran la oportunidad de emitir desde la tribuna, después de entregar por escrito el informe, un mensaje a la nación. Para su mala fortuna, los diputados hicieron valer su independencia y lo limitaron a cumplir al pie de la letra lo que al efecto marca la Constitución , es decir, entregar el informe por escrito, y ya.
De nada le sirvió, entonces, la pretendida presión mediática y social que en esta ocasión intentó Calderón, como antes lo había hecho con la filtración anticipada de su iniciativa de reforma fiscal.
Después de lo ocurrido, es de esperarse que haya aprendido la lección de respetar los poderes y no provocarlos innecesariamente, aprovechándose de los recursos públicos a su alcance para utilizar los medios de comunicación a su favor en temas que no tiene la razón. Seguramente esa intentona le será contraproducente a muy corto plazo en su relación obligada con ellos, sin embargo, más grave resulta aun, que con ese estilo pretenda promover reformas de gran envergadura, que como requisito esencial requieren la voluntad y compromiso de todos, absolutamente de todos.
Ante la negativa y contrario a la lógica, Calderón optó por dejar de lado al Legislativo y organizar por su propia cuenta un fastuoso y acartonado evento, donde el único elemento era dar un mensaje a los mexicanos, como si estuviéramos pidiéndoselo, nada le importó atropellar sus repetidas ofertas de campaña. A su acto le dio un tinte rancio, sumamente conocido, que se convirtió en el clásico besamanos con aplaudidores a su gusto y antojo, con todos los reflectores y cámaras enfocándolo y transmitido en cadena nacional, ese sí, sin censuras.
Quedó claro que las agrias críticas a regímenes anteriores respecto de sus ceremonias, actos y ritos, sólo sirvieron para que a la primera oportunidad se mordiera la lengua y, a los ojos de la nación, incumpliera una más de sus promesas, como la del empleo y la de seguridad, sólo por señalar algunas.
Mención aparte merece la retrograda acción de haber censurado la transmisión de la sesión plenaria del Congreso de la Unión , justamente cuando su presidenta fijaba la posición de la mesa directiva, en un torpe intento por ocultar las divergencias y señalamientos fundados a su inoperante gobierno.
Hacía muchos años que los mexicanos habíamos superado la represión gubernamental. El haber utilizado la fuerza y medios del estado para proteger una falsa imagen del Presidente, ha sido tan burdo como el hecho de intentar hacer creer que el funcionario despedido actuó por su propia cuenta y que con su despido están salvadas las afrentas. Al tiempo podremos enterarnos que dicho empleado estará reubicado en la burocracia y quizá hasta en un nivel mejor al que venía desempeñando, ese cuento no hay quién se los crea.
Con su reciente actitud, Calderón ha dinamitado los caminos del diálogo y la relación respetuosa que debe darse entre poderes, para acordar los grandes temas que el país requiere con urgencia, sobre todo después del paso del huracán Fox y los graves daños que provocó a la nación dejando damnificados a casi todos los mexicanos, y del que sólo se salvaron sus nuevos parientes políticos.
Tenemos años escuchando que los actuales son los gobiernos del cambio, las Administraciones del clásico: “Nunca en la historia de este país” y en los hechos, con sus propios actos, nos damos cuenta de que siguen siendo, otra vez, lo mismo, con los agravantes del cinismo y la desvergüenza.
A nadie más podrá achacársele la responsabilidad de haber entorpecido las reformas, Calderón es quien ha comenzado mal y mal continúa, primero presentando una iniciativa de reforma insustancial que no logra el consenso ni de los miembros de su propio partido, luego subestimando y maltratando a los otros poderes, ahora ennegreciendo el panorama y sin una propuesta de rumbo claro para México, regresando a los actos y rituales obsoletos y repudiados, a la censura y la represión.
La tozudez de Calderón nos está llevando a encadenar la reforma fiscal con el informe, el informe con la reforma electoral, la reforma electoral con el presupuesto y este último espera su turno, pero no para resolverse, sino para ligarse con otros pendientes, y de los avances nada, y de las soluciones nada, es decir, más pan con lo mismo, otra vez arroz.
salvador@salvadorcosio.org
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