Nuestra guerra no pedida

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona

Son inadmisibles los índices de criminalidad y delincuencia que vive el país y que ha obligado a algunos gobiernos estatales, como el de Nayarit, a terminar intempestivamente el ciclo escolar como consecuencia de un temor generalizado y previendo un estado crítico de inseguridad y vulnerabilidad social.
Esta semana se registró el día más violento en lo que va del sexenio calderonista. En todo el país ha crecido la inseguridad pública a la par de la desconfianza ciudadana en el gobierno y las instituciones encargadas de velar por la integridad de los mexicanos.
Nada se sabe aún de la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, quien aparentemente fue plagiado hace unos treinta días.
Qué tan complicada estará la situación del “Jefe Diego”, que su propia familia pidió a las autoridades apartarse de la investigación sabiendo que si se tratara de un secuestro debería perseguirse de oficio, y las negociaciones entre familiares y delincuentes no son consideradas una práctica legalmente aceptada.
Lo que este acontecimiento nos dice es la franca desconfianza que existe en las autoridades, instituciones y gobierno en general de parte de una prominente familia panista que seguramente conoce a fondo la capacidad de respuesta gubernamental ante estas lamentables circunstancias, y que al verse abatida ante su situación particular, optó por actuar al margen de la autoridad en su desesperación por encontrar vivo y en buen estado a Diego Fernández, con lo que moral, más no legalmente, se justifica su actuar.
Este hecho evidencia el fracaso y la incompetencia de las instituciones. ¿Qué puede esperar el resto de la sociedad; el ciudadano común que exige respuestas puntuales ente la violación de alguno de sus derechos?
No es posible vivir en un permanente estado de sitio hacia donde hemos sido orillados por una “guerra” que emprendió el gobierno y no los ciudadanos, en la que nunca el Ejecutivo ni las instancias a su cargo han tenido la capacidad para ser superiores ante el crimen y la delincuencia.
Felipe Calderón dice en cadena nacional que la guerra contra la delincuencia es de todos y no sólo del gobierno, sin embargo, olvida que no fueron los ciudadanos los que la provocaron; también deja ver que continuará empecinado con su errática y fallida estrategia a pesar del incremento en muertes de inocentes, y vaticina más, producto de la guerra que su gobierno inventó para legitimarse y que ahora se ha convertido en su talón de Aquiles.
Vivimos prácticamente en un Estado fallido donde cualquier distracción como el Mundial de fútbol es usado como cortina de humo para no hacer más escandalosos los acontecimientos que ha provocado un capricho personal de Calderón justificado en una aspiración social como lo es la paz y el orden público, la pregunta es: ¿Cuántos muertos más, señor Calderón?

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