Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2011-02-05 • Acentos
La violenta jornada del martes que terminó por desquiciar la tranquilidad de los tapatíos fue como la meada del perro para marcar territorio. Salvajes acontecimientos perpetrados en la urbe provocaron momentos de pavor, zozobra y miedo generalizado, mostrando el poder del crimen organizado frente a la incapacidad y vulnerabilidad del gobierno desorganizado.
Crece exponencialmente la preocupación de los jaliscienses al no dejar de sufrir violencia entre granadazos, balaceras, persecuciones y narcobloqueos, sin que exista autoridad con respuesta contundente, coordinada y oportuna que ponga freno al incremento de crímenes y atentados.
Ha fallado el gobierno en cumplir lo que ordena la Constitución para preservar nuestras garantías y nos ha hundido en un estado de indefensión donde la ley de la selva nos obliga a atrincherarnos en nuestras casas sin salir por miedo a no regresar vivos.
Ante los hechos que conmocionaron y provocan psicosis colectiva y frente a la pasiva y tardía reacción de los cuerpos de seguridad, así como la estéril verborrea de quienes encabezan los gobiernos y su afán por sacudirse la responsabilidad y endilgársela al de enfrente, la pregunta es: ¿A quién le toca? ¿Quiénes son los responsables de la seguridad de los jaliscienses y por qué siguen sin hacer nada?
No es posible, ni creíble, que la policía haya sido incapaz de llegar a tiempo para detener en flagrancia a los delincuentes, más aún cuando los atentados sucedieron en lugares accesibles y comúnmente patrullados.
¿Cuánto más tendremos que sufrir como sociedad para que la autoridad reaccione? ¿De qué sirve la compra o arrendamiento de patrullas, equipo y tecnología? ¿Cuánto dinero han gastado y dónde están los resultados? ¿Qué falta? ¿Más dinero del que ya han despilfarrado, o capacidad, honestidad y compromiso para hacer frente a la responsabilidad de mantener el orden y la paz social?
Desvergüenza impúdica de quienes comandan la seguridad en Guadalajara y siguen necios solapando oscuras redes de complicidad al interior de las corporaciones policíacas, favoreciendo unos y combatiendo otros; atendiendo intereses mezquinos y relaciones con cuestionados personajes, privilegiando el negocio personal y anteponiendo el signo de pesos al interés superior de preservar la seguridad. ¿Quién gana más con el fracaso de la seguridad pública? ¿La privada? Eso lo tiene que responder Servando Sepúlveda.
Es reprochable que ante la embestida violenta, Emilio González haya dudado en cancelar la gira "proselitista" de los Juegos Panamericanos por Campeche, vaya insensatez cuando Jalisco arde y registra actos equiparables al terrorismo.
Los jaliscienses estamos hartos de evasivas y pretextos, tememos por la vida, seguridad y patrimonio de nuestras familias, ¿Qué hacemos, nos organizamos para defendernos o de qué manera vamos a enfrentar la creciente violencia y la incapacidad de la rebasada autoridad?
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