Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2010-10-23 • Acentos
Aunque burda y fallida, la intentona de Aristóteles Sandoval por propiciar una imagen de transparencia y rendición de cuentas al recular la adjudicación directa que de albazo se autorizó en el cabildo tapatío por 185 millones de pesos a la compañía Fintegra para que arrendara 360 patrullas, le ha multiplicado en la percepción social muestras de rechazo por los continuos menoscabos al erario público en favor de mezquinos intereses que con base en “cochupos” buscan pagar favores o beneficiar compadrazgos, provocando incluso disensos entre los propios regidores priistas y algunos funcionarios cercanos, quienes no están dispuestos a cargar con los costos políticos.
Es muy inocente pensar que la determinación del alcalde tapatío obedeció a un acto de voluntad, cuando fue la presión mediática, política y social el motivo principal del obligado reculón que no pudo evitar.
Si la intención de terminar con la corrupción e impunidad hubiera sido más que discursos, la gestión de Sandoval no se habría distinguido por la serie de tropelías e irregularidades que todos conocemos: compra de chalecos descontinuados, a sobreprecio y con una empresa boletinada por sus transacciones fraudulentas; compra de uniformes caros, de mala calidad y a un proveedor cercano a la familia del Jefe de la Policía , cuya empresa “textil” es un negocio de planchaduría por docena; la pretensión de adquirir computadoras portátiles “rojas” a un vendedor desconocido; la amañada aprobación de un endeudamiento por mil millones de pesos sin reglas claras de aplicación; así como los exagerados e ineficaces montajes policiacos.
También Emilio González ha reculado en su supuesta “lucha” contra quienes mantienen el control de la Universidad de Guadalajara y usan el recurso público para financiar proyectos parauniversitarios que nada aportan al incremento de la matrícula, la construcción de aulas y el fortalecimiento de la academia.
Después de pasar la cruda de su borrachera, como que el tema le empezó a dar “asquito” o miedo, porque no ha logrado que se auditen los recursos universitarios y se transparenten los ingresos de las empresas de extensión y difusión cultural, ni siquiera ha despeinado a los incondicionales de la burguesía dorada y sólo se ha limitado a entregar en abonos y con personeros de por medio los recursos federales que corresponden a la universidad. Emilio no se atreve a exigir la rendición de cuentas porque su bravuconería fue sólo una pose al calor de los tequilas.
Otros que metieron reversa a la palabra empeñada fueron los legisladores federales, quienes no se atrevieron a bajar un punto porcentual al IVA, tal y como lo habían acordado y hecho público.
Si la prioridad fuera cumplir con la sociedad, habría recortes al gasto corriente, a los gastos ceremoniales, de protocolo, comunicación, representación y de las infladas nóminas burocráticas, entre muchos más.
Algo en común tienen los legisladores federales priistas, Emilio González y Aristóteles Sandoval; la obligada reculada en todos los casos obedece a una empecinada idea que los mantiene pensando en 2012, cuando en 2010 ni han cumplido sus promesas, ni han dado resultados.
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