Crimen organizado, gobierno destrozado

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona

Jalisco se convulsiona entre sangre y fuego, entre miedo y desconcierto; es el desorden la constante y el desgobierno sinónimo de una administración estatal aturdida entre pugnas político-partidistas que navega sin timón y a la deriva entre resacas etílicas, ocurrencias, simulaciones y mentiras.
Da asco que frente a la realidad, el gobierno estatal insista en que no pasa nada, que se trata de hechos aislados que sólo afectan a delincuentes. ¿Habría entonces que portar todos un chaleco antibalas que además tuviera la leyenda “no me tiren, no soy narco”?
¿Acaso tenemos que acostumbrarnos a ver cuerpos colgados de puentes peatonales, a encontrar restos humanos en bolsas negras, a ver cabezas humanas en los cruceros o a que la noticia principal de todos los medios sea sobre crimen e inseguridad?
El gobierno estatal, réplica burda del federal, no ha tenido la capacidad para frenar la violencia, no hay estrategia, no hay coordinación, no hay rumbo. Es tiempo de dejar la modorra y exigir que cumplan con su responsabilidad o que dejen los cargos para quien sí pueda con ellos.
No sólo es Jalisco, urge conformar un auténtico consejo nacional de seguridad, donde se involucren a conciencia y con determinación los poderes de los gobiernos federal y estatales, la iniciativa privada y todos los sectores, instituciones, asociaciones y organizaciones involucradas en los temas de seguridad nacional, pero de manera seria, no para las fotos ni los discursos.
Falta coordinación entre los órdenes de gobierno, se necesitan plataformas comunes y estrategias integrales de comunicación, políticas, criterios, evaluaciones, sanciones y control, pero sin pretender crear monstruos como un mando único de policía que centralizaría el poder, las decisiones y el control en manos de uno o unos pocos.
Puede y debe haber coordinación estratégica sin vulnerar la autonomía ni subordinar la autoridad hacia otra de mayor jerarquía pero con diversa competencia.
Dejar de hacer ha sido lo más cómodo para los gobiernos, lamentarse cada vez que sucede un acontecimiento violento es la única respuesta; no es aceptable justificar la incapacidad de sus reacciones a la falta de equipo, dinero y tecnología. ¿Qué no derrocharon tres mil millones de pesos en fiestas y celebraciones?
Todos somos vulnerables ante esta crisis, ¿es necesario que la inseguridad los alcance en sus familias o sus allegados para ponerse a trabajar? Que lamentable sería que fuera así. Vivimos a merced de gobiernos ineptos y pusilánimes que no son capaces de tapar un bache y que prefieren defender negocios particulares, como el recién sepultado Macrobús, antes que coordinarse para ofrecer soluciones a la sociedad.
Mientras no se quiten las camisetas de sus partidos y se pongan la de Jalisco, seguiremos en medio del crimen organizado y un gobierno destrozado.

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