Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2010-10-16 • Acentos
Algo debe pasar en Los Pinos que termina por cegar la visión del Ejecutivo en turno y sesgarle la realidad al grado de negar lo innegable y afirmar lo que no existe. ¿Síntoma panista o condición general?
En los últimos dos sexenios se ha propiciado un deterioro de la institución presidencial y de la política en general; se han degradado a su mínima expresión los valores políticos y la palabra empeñada es estéril; igual se ofrece, igual se olvida.
El respeto dejó de ser un instrumento de entendimiento; mientras la diatriba y el disenso han sido la tónica de gobiernos intolerantes, improvisados y empecinados en encontrar remedios milagrosos que se han traducido en fracasos, errores y desencantos. Los hilos negros no existen.
La falta de empleo y la debacle económica han acentuado la brecha que separa a los pobres de los ricos; los gobiernos panistas terminaron con la clase media y extremaron las condiciones de desigualdad y oportunidades.
Un signo visible de las pésimas decisiones en materia económica es la proliferación de primodelincuentes, en su mayoría carteristas y ladrones de casa-habitación que reinciden en actividades delictivas hasta vincularse en gran medida con el narcomenudeo y el crimen organizado.
La degradación del tejido social incluso ha provocado brotes subversivos que son una latente amenaza contra el orden y la paz nacional, el propio gobierno ha reconocido actividades paramilitares que evidencian el Estado fallido y la ausencia de un gobierno que sea capaz de gobernar y preservar el Estado de derecho.
Aparentando que nada pasa y que se mantiene la rectoría del Estado en las actividades neurálgicas del país, se abona a la incertidumbre y se deja a la suerte el rumbo del país.
Es patético que Calderón insista una y otra vez por todos los medios que se va ganando la guerra contra el crimen y el narcotráfico; guerra propiciada por él y su necesidad de legitimación. Su guerra no se está ganando y, por el contrario, lo menos que ha provocado es un clima de creciente turbación y miedo que ahuyenta la inversión privada y merma la producción de bienes y servicios.
Fracasó el presidente del empleo, fracasó su decálogo de buenas intenciones, fracasaron las políticas económicas y las macro cifras siguen muy lejos de los bolsillos de los mexicanos. El país ha perdido competitividad, el rezago es la constante, la producción no crece y las necesidades son cada vez mayores.
Aun así, el gobierno federal ha destinado casi tres mil millones de pesos a los festejos del Bicentenario del inicio de la Independencia y Centenario de la Revolución , cuando en estados sureños y del golfo hay millones de nuevos pobres que, por los fenómenos climáticos, lo han perdido todo.
No se puede gobernar con ojos cerrados y oídos sordos, no se vale que haya subejercicios presupuestales cuando lo que se debe hacer es fomentar la inversión para generar empleo; basta de engrosar el gasto corriente y dispendiar el erario en banalidades que -como otro panista-, Emilio González ha hecho reiteradamente en Jalisco.
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