Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-11-17 • Acentos
El pasado domingo se celebraron elecciones en Michoacán en las que se renovó la gubernatura del estado y se ratificó la creciente pérdida de poder y razón de ser de los partidos políticos.
La victoria del candidato perredista ha sido atribuida a una variedad de factores que sin embargo pueden centrarse en la relevancia de los líderes regionales para inclinar la votación en su favor. Para nadie es un secreto que el candidato contó en todo momento con el apoyo del actual gobernador emanado de su propio partido y miembro de una familia con profundas raíces en la entidad.
No obstante la fuerte inversión económica y la presencia de dirigentes y líderes nacionales derivados del especial interés del Partido Acción Nacional por ganar la elección que simbólicamente representaba un reto para Felipe Calderón por ser oriundo del estado y por haber contendido y perdido en su momento el proceso estatal, el partido oficial se llevó la derrota más por las simpatías de la familia Cárdenas y en especial de la operatividad electoral del actual gobernador que por la influencia de los partidos políticos que representaban los candidatos.
Situaciones similares se han venido dando en las diversas entidades donde se realizaron procesos electorales en lo que va del año, donde la constante ha sido la enorme trascendencia que tienen los gobiernos locales y el manejo político de sus acciones, dejando evidencia de la inutilidad del tradicional impulso de los comités nacionales de los partidos por influir en la designación de candidatos o en el desarrollo del propio proceso.
Apenas hace unas semanas se dio el caso de Puebla donde a nivel nacional fue denostado su gobernador al que incluso le impusieron como apodo el góber precioso en alusión a sus conversaciones con un empresario textilero que así le llamaba cuando comentaban el avance del proceso en su contra por pederastia y que fueron grabadas y difundidas en exceso, lo que hacía suponer un fuerte desgaste electoral para su partido en la entidad de cara a las elecciones de este año, sin embargo su manejo político de la gubernatura le dio carro completo a su partido.
Algo similar sucedió en Veracruz donde su hiperactivo gobernador hizo uso de todas las posibilidades que se le presentaban para en el desempeño de sus funciones, fortalecer su poder político que a la postre también en la presente anualidad le dieron excelentes resultados electorales.
Por el contrario, en el caso de Yucatán, el desaseado desempeño del gobernador panista le hizo sucumbir ante el empuje de la candidata priista, donde mucho tuvo que ver el tráfico de influencias, el cinismo y corrupción del gobierno estatal que favoreció enormemente al gremio empresarial del que procedía.
En todos ellos, la presencia de las dirigencias nacionales y líderes de reconocida fama en el país tratando de respaldar las candidaturas, no motivo cambio alguno en las tendencias ni fue factor para el triunfo o la derrota de sus partidos, la decisión final se traslado a ambiente local.
Las diferencias entre la Presidencia de la República y la dirigencia nacional de su partido han llevado a algunos analistas a difundir estadísticas relacionando el pobre desempeño de la administración partidista con las graves derrotas electorales del Partido Acción Nacional en los recientes dos años. Aunque su líder nacional no le es simpático ni a sus propios correligionarios, las causas reales deben buscarse en el crecimiento de los liderazgos regionales.
El descontrol y falta de liderazgo que se dice generó la pérdida de la Presidencia de la República en el Partido Revolucionario Institucional y que lo ha llevado a tratar de adaptarse a sus propias circunstancias regionales en la toma de decisiones ante la ausencia de un lineamiento presidencial, se ha visto que es un fenómeno que afecta a todos los partidos por igual.
Poca o nula influencia han tenido las actividades institucionales y de las dirigencias nacionales de los partidos políticos en los resultados que se han venido dando, cuando el razonamiento para le emisión del voto del electorado se centra en las ofertas inmediatas de su gobierno vigente o de los liderazgos regionales.
Desde hace varios años se ha señalado la urgente necesidad de una reforma electoral a fondo que parta de un diagnóstico certero de viabilidad de las estructuras y la utilidad de los procesos en las condiciones como se opera actualmente, así como de las instituciones, su integración y renovación y especialmente del funcionamiento eficiente del sistema partidario que ahora tenemos.
Las recientes reformas aprobadas en el Congreso de la Unión si bien repercuten positivamente en la eficientización de los recursos públicos buscando la equidad económica en las contiendas, no son suficientes para aliviar el rezago que en lo fundamental parece tener el país, constituyen apenas un ligero respiro que sin embargo alienta a continuar con el proceso urgente de renovación.
salvador@salvadorcosio.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario