Las barbas a remojar

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona

Durante las campañas políticas de los hoy alcaldes del área metropolitana de Guadalajara, todos coincidían en que uno de los factores que más inciden en el logro o fracaso de una administración pública tiene que ver con el arranque de sus gestiones, es decir, el despegue y su capacidad para allegarse de recursos y de un equipo eficaz que no se pasara los tres años de la gestión planeando qué hacer.
Si bien es cierto que el lapso de una administración municipal no es suficiente para resolver todos los problemas que aquejan a los gobernados, también lo es que actuando de manera responsable y eficiente se pueden dejar bases firmes para construir mejores condiciones de vida.
Pero, salvo excepcionales casos que lamentablemente en Jalisco no podemos ejemplificar en fechas recientes, han existido gestiones municipales que entienden el compromiso adquirido y le dan valor a la palabra empeñada para responder a los ciudadanos con acciones concretas, decididas y que fortalecen todos los aspectos del crecimiento municipal.
La aprobación del fondo metropolitano para obras es un logro que concluyó después de casi cuatro meses de negociaciones, tiempo relativo, ya que en algunos casos habrá que afinar detalles en los proyectos ejecutivos, y en otros decidir si se inician hasta después de pasado el próximo temporal de lluvias, para evitar malas ejecuciones y retrasos.
Habrá que marcar una diferencia frente a la manera de priorizar y ejecutar la obra pública que se construyeron en las administraciones panistas, si es que las actuales autoridades buscan imprimir un sello distintivo a sus gestiones.
La obra pública a la que los panistas acostumbraron al área metropolitana durante sus desgobiernos, no obstante ser escasa, se caracterizó por la ineficiencia e ineptitud desde su planeación hasta su ejecución.
Fue evidente que lo que intentaron justificar con el argumento de la improvisación y reciente arribo a las posiciones gubernamentales, se prolongó durante años como símbolo inequívoco de su mediocridad y de su falta de capacidad para conducir el rumbo de los municipios.
La muestra está en las calles, en los pasos a desnivel, en los túneles, en lo complicado que se ha hecho transitar por la ciudad, en el constreñimiento de las principales arterias viales a cualquier hora del día, y en la ausencia de una estrategia integral de movilidad urbana que el actual gobierno ha reducido a un lucrativo negocio que se llama Macrobús.
Pero no sólo en eso hay fallas estructurales y de origen. En las pocas obras que en últimos años se han realizado, los presupuestos se han duplicado o triplicado, en muchos casos en detrimento del erario, y durante el periodo de ejecución de las mismas se entorpecieron múltiples servicios y causó malestar a vecinos y transeúntes.
¿Cómo olvidar obras que por su tardanza han mandado a la quiebra a cientos de comercios? Baste recordar las obras del Centro Histórico y las banquetas de la avenida Vallarta.
El gobierno municipal debe recobrar la importancia que merece y vigorizar su desempeño en beneficio de los ciudadanos, no hay que olvidar que los ediles son el primer acercamiento de la sociedad con su gobierno, es responsabilidad de los munícipes atender y resolver los problemas básicos de la población, y ahora bajo el esquema de la metrópoli, coordinar esfuerzos y sumar voluntades para cumplir con las exigencias ciudadanas. Estos gobiernos deben asumir el compromiso de ser diferentes a sus antecesores o pagar el costo de la ineptitud que los panistas pagaron en las urnas.

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