La mano que mece la cuna

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-08-18 • Acentos
El sexenio de Alberto Cárdenas, quien llegó por un ingrato accidente del destino al gobierno del estado de Jalisco, jamás se distinguió por ejercer un liderazgo inteligente debido a que su capacidad nunca le dio para, como se dice comúnmente, acomodarse en la silla, ni siguiera ahora, a más de seis años de haber concluido su mandato, demuestra pizca de madurez alguna.
Su nula capacidad y aun menor conocimiento fueron los elementos que aprovechaban a la perfección los miembros de su gabinete y principalmente quienes estaban más cerca de él, llevándolo a exhibirse con sus primeras “novatadas”, como le llamaban sus propios compañeros a las frecuentes idioteces y disparates en que incurría.
Paralelamente, en Palacio Legislativo, Fernando Guzmán Pérez Peláez, quien accedió a la diputación montado en el chantaje y utilizando la muerte del cardenal Posadas Ocampo como trampolín, coordinaba la fracción panista en el Congreso, que resultó, por primera vez en la historia de Jalisco, con abrumadora mayoría.
Guzmán aprovechaba la superioridad numérica de su bancada para saciar su apetito retrograda y absolutista modificando y promoviendo leyes a su gusto e interés personal, y al mismo tiempo iniciando incesantes y grotescas persecuciones políticas buscando encarcelar a funcionarios de administraciones anteriores, como estrategia de gobierno, para ocultar su falta de resultados que al final resultó fallida, como todo lo que él comienza.
Su ambición sin limite le llevo a escalar posiciones hasta llegar a la Secretaría de Gobierno, donde radicalizó su postura y a partir de entonces fue público y notorio que quien ordenaba en el gobierno era él, relegando a Cárdenas Jiménez a dar la cara en actos comunitarios donde se llevaba el reconocimiento y aplauso fácil, que era lo que satisfacía su ego, olvidándose, ambos, de los temas importantes para Jalisco, que en ese sexenio bajó estrepitosamente en competitividad y productividad perdiendo los primeros lugares que siempre le pertenecieron.
Todos recordamos la serie de yerros cometidos en ese periodo, como: los chalecos antibalas inservibles y a sobreprecio, el abominable intento de desbaratar el Poder Judicial para nombrar magistrados a su servicio, ofreciéndoles vergonzantes sobornos económicos a cambio de su renuncia y ante la negativa y rechazo generalizado optaron por crear el Consejo General del Poder Judicial como única y última forma de influir en la designación de jueces afines a su ideología. Un capricho que le ha costado mucho dinero al erario y que sólo ha servido para retrazar la justicia en primera instancia.
Después de terminada la Administración cardenista, Pérez Peláez se monto de nuevo en la muerte del cardenal para lucrar una vez más y obtener un espacio, plurinominal por supuesto, en el Congreso, a donde se arrinconó ante la imposibilidad de influir en Ramírez Acuña, el siguiente gobernador panista que supo identificar en él al origen de la inoperatividad.
Ya con Emilio González en la gubernatura, regresa Pérez Peláez con todo a su favor para operar como a él le gusta, con un gobernador manipulable, desinformado, con fuertes ligas con la jerarquía católica y dispuesto a sostener enfrentamientos con otros grupos dentro de su partido, o con quienes asuman posturas distintas a la suya.
La influencia en el actual sexenio ya es clara. Un conflicto como el que se sostiene con Colima se complicó innecesariamente por el obcecado criterio del secretario de Gobierno local, al grado de apostar policías armados en los limites con Colima y proferir amenazas a funcionarios y habitantes de aquella entidad, llevando al Gobernador al baile y haciendo necesaria la participación del Ejército y del propio secretario de Gobernación.
Más recientemente y buscando afianzar su eterna tabla de flotación, Pérez Peláez asistió injustificadamente, con cargo al erario, a reuniones de carácter interno de la estructura católica celebradas en Europa, además de mantener jugosos contratos con abogados pagados por el estado para seguir escudriñando el asunto del asesinato de Posadas Ocampo que, en términos jurídicos, ya ha sido declarado terminado y no tiene justificación destinar más recursos públicos para ello.
Tampoco el actual cardenal Juan Sandoval ha sido ajeno a los yerros promovidos por Pérez Peláez. Hace unos días, engañado por él, declaró en Estados Unidos que ya conoce quienes fueron los asesinos de Posadas Ocampo, lo que le obliga a declarar en México al inferirse que tiene información nueva que aportar. También lo llevó innecesariamente a ser el único líder de opinión que apoyó las erráticas declaraciones del gobernador respecto de las campañas del condón.
El avance de la ultraderecha en Jalisco, como se aprecia, puede ser bastante dañino para la entidad, la decisión está en manos de Emilio González, que aún tiene tiempo de asumir con contundencia el papel que le fue conferido y ciudadanizar sus decisiones antes que escuchar irracionalmente a la mano que mece la cuna.
salvador@salvadorcosio.org

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