Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-08-25 • Acentos
Puerto Vallarta ha sido tradicionalmente un modelo de crecimiento a nivel nacional de un destino turístico que progresa y se desarrolla gracias a la voluntad, talento y empeño de sus inversionistas, de algunas autoridades municipales y principalmente de sus habitantes, sin contar con un uniforme y constante apoyo solidario ni del Ejecutivo del estado ni el federal.
El nivel que ha obtenido Puerto Vallarta como uno de los primeros destinos nacionales de playa les ha llevado a intentar fortalecer su oferta con la construcción de un centro de convenciones que les haga competitivos en ese segmento de negocios, en lo que para ellos ha sido un sueño largamente anhelado que amenaza con convertirse en pesadilla.
A finales de los años noventas, el gobierno de Alberto Cárdenas, empujado por los empresarios locales, asumió la idea como buena o quizá como buenísima si al proyecto del centro de convenciones se le incrustaba un área habitacional que le facilitara a alguien hacer negocios para beneficio personal, aprovechando la expropiación para utilidad pública que promoviera, en su momento, don Guillermo Cosío Vidaurri de los terrenos aledaños al estero El Salado, buscando evitar que esa zona la convirtieran en la segunda marina de Vallarta.
Justamente por esa razón, el estero El Salado se convirtió rápidamente en la manzana de la discordia de empresarios constructores ajenos al interés legítimo de los habitantes de Puerto Vallarta, porque sólo veían en él una gran oportunidad económica, afortunadamente, la preocupación de los vallartenses por rescatar uno de los pocos espacios de equilibrio ecológico, motivó una serie de manifestaciones populares que retomamos en su momento en el Congreso del Estado para lograr finalmente declarar gran parte de los terrenos como reserva ecológica en calidad de área natural protegida estatal, y así asegurar su conservación.
No obstante lo anterior, las hectáreas restantes aledañas al estero seguían representando una posibilidad para la construcción del centro de convenciones pero, ya derrotado y desilusionado, Alberto Cárdenas prefirió “castigar” al puerto y jamás retomó el proyecto, dejándole una vez más la responsabilidad de sus proyectos a los propios vallartenses.
En el sexenio de Ramírez Acuña, sus especialistas retomaron el proyecto, pero sometieron al análisis algunas otras opciones de terrenos que fueran viables al efecto, sin embargo, ante lo inadecuado de las alternativas optaron por regresar a los terrenos aledaños al estero, con una redistribución integral para desarrollar la zona respetando las áreas protegidas, y casi al final de su periodo se colocó la primera piedra e incluso comenzaron a trabajar con maquinaria en los arreglos previos para suspenderse en definitiva al comienzo del año. El beneficio para Vallarta en ese lapso fue la aprobación de algunas obras viales en la cabecera municipal y aunque bastante limitada, también la habilitación de la carretera a Mascota.
Emilio González ha demostrado algún interés en el tema por conducto de su gabinete, sin embargo, comienza a señalarse, por parte de empresarios costeros, que la obra e inversión podrían tener otro fin y que el centro de convenciones serviría sólo como pretexto para comenzar otros proyectos diversos al beneficio público.
Lo que resulta indudable es que la infraestructura para visitantes de negocios le urge a Puerto Vallarta, la construcción de un centro de convenciones vendría a incrementar sustancialmente el desarrollo de la región para evitar un rezago ante la amenaza de los municipios nayaritas vecinos que han hecho de todo para posicionarse en el gusto de los turistas que son atraídos por el puerto jalisciense y que ante la indecisión de las autoridades de Jalisco podrían anticiparse y apropiarse el proyecto.
La obra en su conjunto debe buscar las mejores condiciones para mejorar la actual oferta de otros destinos nacionales y extranjeros, habrá de planearse adecuadamente sus dimensiones, sus vialidades y el respeto al entorno que ya distingue a Vallarta; en ese sentido, los terrenos aledaños en la zona no protegida de El Salado parece ser la mejor alternativa y pudiera verse enriquecida si se rescata de la propuesta original la creación de canales navegables que interactúen con la naturaleza y respeten el equilibrio ecológico que representa.
Martínez Mora y sus ingenieros parecen afectados del mismo mal que el secretario de Gobierno, juntos están contribuyendo a hacer del gobernador de Jalisco el funcionario estatal menos informado, lo están llevando a tomar decisiones y actitudes equivocadas, alejadas de la lógica ciudadana y política.
Aún hay tiempo para que el Ejecutivo asuma su papel y se imponga en el cargo que le fue asignado, los jaliscienses no podemos perder más tiempo, necesitamos recuperar el liderazgo que ya perdimos, requerimos encontrar la manera de fortalecer nuestras regiones dotándolas de herramientas para su progreso y desarrollo.
salvador@salvadorcosio.org
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