La izquierda en México

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2008-03-22 • Acentos
Todo proceso electoral es una fotografía instantánea privilegiada del estado de una sociedad en la que se reflejan procesos de fondo que deben ser analizados con detenimiento.
En las recientes elecciones presidenciales en España, existen algunos aspectos que parecen relevantes. El triunfo de Rodríguez Zapatero viene a confirmar la tendencia ascendente del socialismo en el mundo moderno, eso sí, tras la agudización hasta extremos desconocidos en los últimos 30 años de un bipartidismo insostenible, sobre todo en países europeos.
El tema del socialismo parecía haber desaparecido de la atención mundial, centrada en el triunfo continuado de la democracia occidental capitalista.
El propio vocablo “socialismo”, nacido en tiempos contemporáneos a la Revolución francesa, suponía la introducción en el lenguaje político del siglo XVIII y comienzos del XIX, de la noción de “justicia social”, de la igualdad ante la ley, de la crisis del derecho divino a mandar, de la abolición de los privilegios reales y nobiliarios. En suma, pretendía el papel protagónico del demos.
Pero con la Revolución francesa ocurrió algo muy distinto a la democracia griega. En Francia, la burguesía se apoderó muy pronto del poder político y del poder económico, guardó distancia de los “descamisados” y de la informe masa del pueblo. Luego, construyó una sociedad capitalista que llegó hasta abordar empresas coloniales.
Entre tanto, dentro y fuera de sus fronteras, la igualdad y la justicia brillaban por su ausencia. Ahí fueron donde nacieron los primeros socialistas franceses, llamados “utópicos” por los “científicos” que seguían a Marx. De todos modos, la Revolución proporcionó a los franceses un régimen parlamentario oficial, el escamoteo del verdadero poder, reservado a las clases dominantes.
En los últimos años se ha puesto un especial énfasis en la sociedad civil, como antes en el proletariado. No se trata sólo de una sustitución del sujeto del cambio, sino también de intentar nuevas estrategias para lograr cambios. Cuando se hablaba del proletariado como sujeto del cambio revolucionario se hablaba también de clases sociales, de lucha de clases y de explotación. Los trabajadores asalariados eran producto del capitalismo, pero también sus víctimas más directas.
La lucha contra el capitalismo tenía que ser obra de esos obreros asalariados y de sus aliados (Marx estaba en contra de los sectarios que pensaban que sólo los obreros eran revolucionarios). Un poco más adelante, sobre todo después de varias luchas sociales en Europa, algunos marxistas llegaron a la conclusión de que los obreros, por el mero hecho de ser obreros, no eran revolucionarios.
Había que convertirlos, mediante procesos de educación política, en obreros conscientes de su situación en el ámbito de la lucha de clases y en las relaciones de producción. Después de las experiencias de la Primera Internacional y con la formación de los primeros partidos políticos modernos de la clase obrera, se concluyó que una de las funciones del partido socialdemócrata (como se llamaba entonces) era la educación política de la clase obrera, la conciencia de su potencial revolucionario y de su papel como sujeto de transformación, como medio para su liberación como ser humano. Se confiaba, entonces, en el proletariado para crear un mundo mejor, sin explotación, con más oportunidades para todos y no sólo para unos cuantos.
Ya para finales de los setenta del siglo XIX, Marx y Engels apuntaban sobre la necesidad de un partido con bases y dirigentes, con disciplina y aglutinante, en la lógica de una comunidad teórica con principios y programa de acción. Y, lo más importante, se planteaba la dictadura del proletariado como una necesaria fase transitoria entre el capitalismo y el socialismo, mediante la cual los trabajadores pudieran generar su propio Estado, obviamente diferente al Estado burgués, para transitar al socialismo.
En algunos países de Europa, Asia y América, en los últimos años la izquierda ha consolidado su presencia aunque con características peculiares de cada región ante el hartazgo de los gobiernos de derecha y ultraderecha. En México, el triunfo de un partido de izquierda se ve cada día más cerca por conducto del Partido de la Revolución Democrática.
Justamente, la semana pasada se llevaron a cabo elecciones para la renovación de la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática, mismo que aglutina a las diferentes fuerzas políticas de izquierda en el país.
En una competencia reñida, como se esperaba, los punteros han insistido en la necesidad de mantener la unidad como premisa fundamental para la continuidad en el crecimiento del partido ante los embates del gobierno de derecha.
Los resultados finales habrán de determinar a ganadores y vencidos naturalmente, pero si se antepone la auténtica vocación ideológica todos deberán considerar lo que resulte mejor para el PRD y el futuro de la izquierda en México.
salvador@salvadorcosio.org

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