La culpa es del Prozac

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-10-20 • Acentos
Mucha ha sido la tinta que se ha utilizado para reseñar y comentar las tropelías, dislates y disparates que en su afán protagónico han generado Vicente Fox y su esposa, siendo presidente primero y ahora en la añoranza del poder que al parecer atormenta más a su pareja que a él mismo. Mayor aún ha sido el tiempo aire dedicado por líderes de opinión, académicos, políticos y la sociedad en general suficientemente sobrado como para que una persona normal hubiera entendido que no es grata su locuaz impertinencia.
Con la actitud propia de quien nunca obtuvo buenos modales y con la evidencia de su poco entendimiento, ha llevado al escenario nacional a un ambiente de discordia, reclamo e inconformidad que a nadie conviene, ni siquiera a los siniestros intereses de su esposa, quien no pierde ocasión para aparecer en el medio que sea.
En Veracruz, a un partidario de Fox, al parecer con las mismas limitadas capacidades mentales que él, se le “ocurrió” la idea de levantar una estatua del ex presidente en pleno malecón, lo que indudablemente provocó la irá de muchos ciudadanos que apenas erigida la derribaron, pisoteándola y mutilándola, indignados y ofendidos por el atrevimiento de las autoridades municipales panistas promotoras de la efigie.
Los actos quizá justificados por la desilusión, el abuso y el cinismo del rememorado permitieron constatar la enorme similitud de la efigie con su persona, pero no en su apariencia, sino en que al igual estaban huecas por dentro.
Por otra parte, la pareja presidencial, como se hacían llamar en su tiempo, añorando los reflectores posaron para a una revista de “sociedad” que retrató las excentricidades y lujos del rancho de los Fox —que, habrá de recordarse, se remodeló ilegalmente primero con recursos públicos para la visita del presidente estadunidense—, reavivó la sospecha de todos los mexicanos acerca del enriquecimiento ilegítimo de las familias Fox y Sahagún, evidenciado en lagos artificiales, lujosos pisos y ostentosos muebles y vehículos.
Desde la publicación del reportaje y a falta de una aclaración contundente del origen de los recursos utilizados para la adquisición de sus onerosos bienes, los medios de comunicación le han exigido a nombre del pueblo mexicano una respuesta convincente que hasta la fecha se ha negado a otorgar, lo que confirma la sospecha de manejos irregulares en su gestión, sin olvidar que la Auditoría Superior de la Federación tiene documentadas millonarias cantidades pendientes de aclaración derivadas de sus respectivas cuentas públicas.
Más recientemente, en una más de sus graciosas giras, en Estados Unidos le fue cuestionada la fortuna de su esposa en el noticiero de una influyente cadena televisiva de habla hispana, ante lo cual y sin argumento alguno de defensa optó por levantarse de la entrevista en vivo, darla por terminada no sin antes ofender inmerecidamente al periodista.
La actitud mostrada por Fox hace recordar que estando sujeto a tratamiento médico le prescribieron Prozac para aligerar su estrés, lo que en su momento provocó que imaginara un país distinto al real que llamaron Foxilandia, donde la ciudadanía tenía las mejores condiciones de vida que sólo él veía. Quizá en estos últimos días la añoranza de poder le ha generado depresión y la dosis administrada ahora ha sido demasiado elevada.
El ruido político que provoca sus inesperadas apariciones y reacciones ha sido finalmente percibido por Calderón, quien le ha enviado mensajes a través de su secretario de Gobernación para que guarde prudencia y, ante la negativa por la tozudez conocida de Fox, ha tomado al fin la decisión de retirarle los vehículos todoterreno que tiene asignados y que ni siquiera pertenecen al gobierno, como el propio ex presidente afirmaba, sino que fueron otorgados en un sospechoso contrato de comodato por una empresa automotriz.
No obstante lo anterior, Fox continúa con su hiperactividad, que no lo lleva a ningún lado, influido seguramente por su esposa, quien al parecer no olvida sus deseos por aparecer políticamente, apoyada ahora en el torpe activismo de su neófito marido.
La ciudadanía sigue esperando de Felipe Calderón una reacción de auténtico liderazgo, que frene la afrenta que el ex presidente provoca por los malos recuerdos que le trae su desilusionante sexenio, que detuvo y complicó el avance limitado que venía teniendo el país.
En Jalisco también esperamos una reacción del gobernador, quien no hace más que abusar de la buena voluntad de los jaliscienses pretendiendo recabar más recursos para financiar sus “brillantes” proyectos, como su aparición en televisión a un costo de 67 millones de pesos.
Emilio González planea cobrar innecesariamente 1,200 pesos por juego de placas nuevas ante la complacencia y tibieza del Congreso del Estado, que más que contrapeso del Poder Ejecutivo se ha convertido en su cómplice. Los diputados de oposición brillan por su ausencia, no se nota interés por defender a sus representados, quizá porque ya están “comprometidos”.
salvador@salvadorcosio.org

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