Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2011-03-26 • Acentos
Felipe Calderón está frustrado porque se le ha malogrado el absurdo capricho de ganar su guerra contra el narcotráfico; pero ni se frustra, ni se inmuta cuando quien se lo dice es el inquilino de la Casa Blanca , Barack Obama, quien de paso se mofa no sólo de él, sino de todo México, violentando los cánones legales y “metalegales” que norman las relaciones bilaterales entre países, sobretodo los que guardan, como en nuestro caso, una obligada vecindad.
El frustrante silencio de la cancillería mexicana ante las incomodas verdades declaradas desde Washington parece ser un frustrado intento por desaparecer el tema de los medios, como si con hacerlo fuera suficiente para negarlo o evitarlo. Calderón es un “abrumado” mirmidón incapaz de defender a México de las afirmaciones que no pecan, pero incomodan por parte del vecino país del Norte, que rápido y furioso cobró con sus declaraciones la presión ejercida para dimitir al ex embajador Pascual.
Otro frustrante frustrado es Emilio González Márquez, quien sigue terco promoviendo su falsa imagen de gobernante exitoso con el pretexto de promover los Juegos Panamericanos, mientras la inseguridad evidenciada y acentuada en los últimos días con atentados donde se lanzaron granadas en dos zonas residenciales de la urbe, muestra que la realidad sigue muy por encima de los gastados y ridículos pretextos de riñas entre particulares o eventos esporádicos.
Los excesos de confianza, el relajamiento de acciones preventivas, la nula coordinación entre cuerpos de seguridad y la falta de homologación en criterios tácticos y de comunicación siguen siendo los elementos que evidencian la desorganización de las autoridades frente a los actos criminales.
Se causa temor y alerta, mientras la percepción colectiva es que los gobiernos siguen más preocupados en temas electoreros, y ahora tal vez hasta en disimular la realidad, que en reforzar la seguridad pública.
Frustrantes frustrados, los que diseñaron a consecuencia del estado de inseguridad que priva en casi todo el país el acuerdo para la cobertura informativa de la violencia, documento que habrá de analizarse a profundidad, pero que ya ha causado polarización y de entrada parece un intento por disfrazar la verdad y ocultar la realidad mientras México arde entre sangre y fuego.
Hasta cuándo seguiremos frustrados ante la escasa eficacia y el acrecentado egocentrismo de los gobernantes que padecemos, como sociedad no debemos permitir que soslayen nuestra legítima exigencia de paz y seguridad pública a la que están obligados garantizarnos. Si la realidad los frustra, que no la escondan o la tapen como al Sol con un dedo, mejor que trabajen y ofrezcan los resultados que todos esperamos y si no, como ya les han dicho: que renuncien.
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