Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2010-01-30 • Acentos
Un legislador es un representante de la sociedad, integra un poder público que es garante de nuestro estado de derecho y que junto con los demás poderes contribuye al fin principal del Estado que es el bien común. La burlona intentona del PAN por impedir en tiempo y forma la toma de protesta de los nuevos legisladores locales es una grave ofensa para la sociedad jalisciense, y una total falta de respeto a la representación que los ciudadanos confirieron a los diputados que integrarán la quincuagésima novena legislatura.
Jamás, en la historia de Jalisco, el Poder Legislativo había sido objeto de tal afrenta que deshonra y vapulea en seco nuestro federalismo republicano. Qué vergüenza que se digan legisladores quienes de mutuo o por consigna expresa decidieron no integrar la Mesa Directiva , a fin de que no existieran las condiciones para sesionar como lo ordena la propia Ley Orgánica del Poder Legislativo.
Aducen franca y llana irresponsabilidad los diputados panistas, quienes de repente nos dejaron muy claro a los jaliscienses que sus “acciones responsables” sólo habían sido un eslogan de campaña que no les funcionó porque a pulso, con sus propias acciones, se han ganado el repudio y rechazo de una sociedad que cada día les cree menos. Si actitudes como las de esta semana son parte de sus “acciones responsables”, no queremos conocer cuales sean las irresponsables.
Durante el pasado proceso electoral, los ciudadanos decidieron decirle no al PAN, desencantados por sus falsas promesas y cansados por su ineficiencia y la nula capacidad para ofrecer soluciones y resultados concretos frente a los problemas de la sociedad. Sin embargo, anquilosados en el poder y ávidos de continuar haciendo del derroche del erario una práctica común, intentaron construir alianzas al interior del Congreso para conseguir una mayoría que les permitiera darse a su antojo comisiones legislativas y el control administrativo; es decir, el poderío sobre lo legal para usarlo a conveniencia y el mando de la nómina para premiar lealtades o castigar traiciones. Es decir, conseguir a fuerza de dinero y complicidad la mayoría que la sociedad les negó en las urnas.
Por supuesto que deben emprenderse las acciones legales y fincar los procedimientos que sean necesarias para no dejar impune la arbitraria violación a la legalidad en que incurrieron quienes provocaron que los nuevos legisladores no pudieran protestar. Pero también es necesario recuperar la dignidad y garantizar un Legislativo que guarde los equilibrios con los demás poderes y que no se paralice al tenor de las posturas y conveniencias partidistas.
Que no se trate de atentar contra la inteligencia de los ciudadanos y mucho menos con los pírricos, absurdos e inadmisibles argumentos del diputado presidente de la Mesa Directiva de la legislatura saliente quien, en un ardil de innata inteligencia o de profunda torpeza, sólo atinó a decir que no había concurrido debido a problemas intestinales.
Más que causar risa, provoca lástima conocer que no únicamente fue pobre el desempeño del legislador durante su función representativa, sino también escasa su imaginación. Su estreñimiento intelectual le hará merecedor a que en los anales se le reconozca más por su dislate diarreico que por su capacidad y desempeño legislativo.
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