Corderolandia

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona

Resulta que diciembre les ha gustado a los políticos para cometer errores en materia económica. Cuando Felipe Calderón designó a finales del año pasado al nuevo titular de Hacienda, Ernesto Cordero, cometió dos errores: el primero la nominación y el segundo haberlo hecho en razón de un compadrazgo partidista.
El relevo era inminente ante el fracaso de Agustín Carstens, a pesar de su formación y de sus amplias credenciales en materia económica que de nada le sirvieron. Carstens siempre navegó contracorriente en una posición no deseada por él, pero impuesta por el titular del Ejecutivo, toda vez que la aspiración del ex secretario siempre fue gobernar el Banco de México. Nadie extrañará la salida de Carstens de Hacienda.
Carstens no deja buenos números. Organismos internacionales califican a México como uno de los países que peor enfrentó la crisis, lo que coincide con la caída del PIB en aproximadamente 8 por ciento; tampoco deja buena reputación ya que las adecuaciones fiscales al IETU y al IVA enfrentaron al gobierno federal con las cúpulas empresariales.
La “gripita”, como consecuencia de la “pulmonía” sufrida por los mercados internacionales, resultó ser una crónica enfermedad cardiorrespiratoria para las finanzas nacionales y los incrementos en impuestos, productos básicos y el gasolinazo, fueron el resultado de una serie de malas decisiones en materia económica, de políticas fallidas y de estrategias inútiles. A últimas fechas incluso se le notaba a disgusto ante los señalamientos de los sectores industriales y empresariales del país, y sus respuestas parcas ante razonamientos concretos sólo eran evidencia de una total falta de control frente a una problemática que nunca supo cómo solventar.
Luego entonces, los cambios en el gabinete presidencial se vuelven de táctica político-partidista, porque por primera vez en la historia dejan de ser los tecnócratas identificados con perfiles y afinidades priístas los que manden en la Secretaría de Hacienda. Calderón decidió en función de una necesidad partidista con miras a la candidatura presidencial en 2012 y no en la urgencia de reactivar el aparato económico que genere progreso y crecimiento para los mexicanos.
La oscura intención del Ejecutivo federal se encamina a retirar a Ernesto Cordero de la Secretaría de Desarrollo Social para cuidarlo del desgaste natural del ejercicio de su función en un país donde más de la mitad de sus habitantes viven en grados inaceptables de pobreza, mientras que los programas federales de abatimiento al rezago social no han logrado los resultados esperados. Y, por supuesto, para evitarle la pena de reconocer que durante este año que recién inicia habrá unos siete millones de mexicanos más en pobreza extrema.
Y así fue, como si se tratara de un acto de magia, que recientemente Ernesto Cordero dio la nota al declarar que la crisis en México había terminado, que sólo faltaba determinar qué tan rápido podrá recuperarse la economía. Tan aberrante como falsa la declaración de un secretario que quizá considera que con sólo anunciarlo terminarían los problemas económicos del país; cuando todas las estadísticas e indicadores muestran lo contrario y peor aún cuando en Estados Unidos Barack Obama ha emprendido un agresivo programa para que la banca regrese el costo de su rescate, lo cual provocó de inmediato un rechazo generalizado y la consecuente caída de las acciones en Wall Street que impactó a la bolsa mexicana de valores.
Parece que un divertido personaje que habitó Los Pinos hace poco dejó algunos frascos de antidepresivos, mismos que ahora forman parte del cuadro básico de medicamentos del gabinete presidencial, cuya reacción más conocida y frecuente es el alejamiento de la realidad para instalar a quienes lo consumen en condiciones de euforias y eufemismos. México no necesita falsos motivadores que vendan ideas de una mejor vida en tan patéticos como hipotéticos lugares de nombres “Foxilandia” o “Corderolandia”. Requiere servidores públicos cuerdos y capacitados para resolver los problemas del país.

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