Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2007-03-17 • Acentos
De nada sirvió el taller de integración, planeación y sermón en la montaña, con serenatas incluidas, porque el nuevo gobierno de Jalisco ha tenido un arranque de burro.
El bajísimo perfil de la actuación del gobernador y su principal equipo de colaboradores contrasta con el deseo popular en cuanto a acciones contundentes a favor de un Jalisco más próspero y seguro, aunque hay que admirar la sorprendente pasividad complaciente del principal partido “opositor”. Es pasmante el llamado a la paciencia que proclama el tal Galván, “líder” del priismo local, quien solicita calma y esperar resultados a mediano y largo plazo, pues, según dice, los arranques nunca son exitosos, y como es el caso, el Ejecutivo estatal ha resultado con el clásico arranque flojo sin lustre, como se estigmatiza a los pobres burros.
Lo que ha trascendido a la opinión pública en los primeros días de Emilio González son los escándalos por encima de cualquier acción positiva. No se ve claro el rumbo del gobierno ni que exista un plan estratégico en marcha.
La nota la han dado, entre otras anomalías, la creación de nuevas superdependencias al más puro estilo del gabinetazo de Vicente Fox, sin contar con el soporte legal necesario, como acertadamente lo han señalado los propios líderes panistas en su partido y en el Congreso; los señalamientos de aprovecharse indebidamente del cargo para dar empleo bien remunerado a familiares más cercanos, condimentado con disparates y contradicciones, pues primero lo acepta y trata de justificar torpemente por conducto de un cercanísimo supercolaborador y después debe dar la cara personalmente el gobernador, quien como el gato al echarle tierra a su suciedad niega los hechos y cancela el nombramiento de su cuñada, argumentando que nunca existió.
Mención especial merece la polémica remodelación en Casa Jalisco, que se realiza sin los necesarios permisos municipales, pasándose por el arco del triunfo la autoridad municipal, y lo que resulta peor: pretendiendo justificar lo inadecuado ofendiendo la inteligencia del pueblo. El problema no es que esté prohibido jugar squash en Casa Jalisco o instalar muy cerca de los más consentidos y poderosos auxiliares, sino el desaseo y el cinismo al no cumplir las normas legales.
En cuanto al nepotismo, no habría reclamo si quien accediera a un cargo público por designación e impulso directo del gobernante tuviera suficiente experiencia, preparación y habilidad para desempeñarlo; el que pueda darse una relación jerárquica entre funcionarios públicos siendo familiares no debe significar el fin de la carrera de uno de ellos si cumple con el perfil del puesto y se desempeñan con probidad. No debe sorprender que el gobernador nombre un familiar a cargo de la administración de Casa Jalisco, pues tiene lógica pensar que nadie como la familia podrá darle la tranquilidad suficiente en el manejo de su residencia, sin embargo, mientras la legislación lo prohíba y aunque sea inoperante, es deber del gobernador respetar la ley y omitir ese tipo de acciones que, al maximizarse, dañan la imagen institucional.
Ojalá que el gobernador consiga pronto encauzar atinadamente el rumbo e imagen del Ejecutivo y que el arranque de burro se torne en un paso que dure como el de los finos equinos y el gobierno incremente el ritmo, para que se refleje la eficacia y firmeza gubernamental que los jaliscienses.
salvador@salvadorcosio.org
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