Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2010-03-27 • Acentos
Dice Felipe Calderón que “nos enfrentamos a una ridícula minoría”, en alusión al crimen organizado y al narcotráfico. Habrá que preguntarle entonces, ¿por qué ni con todas las policías, Ejército y Marina ha sido posible terminar con esa “ridícula minoría”?
Después pide no hablar mal de México para mejorar la imagen del país. Nadie habla mal de México, ni de los mexicanos, sino de los malos gobiernos como el encabezado por Calderón. Se habla mal de los gobiernos que hacen crecer la barrera entre los muy ricos y los muy pobres, propiciando el crimen y la delincuencia.
En estos días se conmemoró el décimo sexto aniversario luctuoso de Luís Donaldo Colosio Murrieta, hombre de entrañable recuerdo y sentida ausencia, quien vio a México convulsionarse entre la pobreza y el subdesarrollo; más no bañado de sangre como hoy.
No sabemos cómo sería México si Colosio viviera, pero de seguro si viera lo que nos ha tocado vivir, agradecería no estar presente.
El país no es el mismo de hace 16 años, ahora da miedo salir a la calle, da miedo viajar, da miedo ir a la escuela porque los últimos gobiernos han dejado crecer el miedo y la inseguridad por su fracaso e incapacidad por brindarnos seguridad y evitar que delincuentes se apoderen de nuestra libertad.
Vivimos tiempos complicados, quién imaginaba una alianza electoral entre el PAN y el PRD, quién diría que el PRI, siempre a la defensa del municipio como unidad fundamental del federalismo, ahora impulse desde la Conago la violación de su autonomía con la desaparición de las policías municipales; quién pensaría que el presidente de un Congreso local fuera sorprendido en estado alcohólico y portando estupefacientes.
Cómo es posible que en Jalisco Emilio González gaste tinta y saliva diciendo que la entidad es la más transparente del país, y obligue al órgano de transparencia a negar información sobre el proyecto conocido como “el nuevo Cancún”.
Cómo darle crédito al alcalde de Guadalajara Aristóteles Sandoval, quien prometió terminar con la corrupción mediante la figura de un “zar de transparencia y anticorrupción”, cuando dicho funcionario, Augusto Valencia, ha cobrado casi 200 mil pesos, sin trabajar y ni siquiera tener un nombramiento oficial.
Cómo creerle al cardenal Juan Sandoval la declaración en la que avisa que no festejará su cumpleaños, cuando es bien sabido que lo que teme es el enfrentamiento mediático para evitar las preguntas que le cuestionarán sobre los abusos sexuales y la pederastia cometida por sacerdotes.
Si Colosio estuviera aquí, con tristeza vería el deterioro de la política, la podredumbre de los partidos y la sed y hambre de poder en la que se han anquilosado los gobernantes.
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