Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2011-04-30 • Acentos
Se sacudieron la modorra en el Senado de la República al aprobar luego de más de un año de debates, modificaciones constitucionales en la llamada reforma política, que ya no era sólo urgente sino necesaria para evitar como Estado un inminente despeñadero político.
No obstante las críticas por haberla aprobado al cuarto para las doce, se destaca el liderazgo de las fracciones mayoritarias en la Cámara Alta y la voluntad política de impulsar mejores instrumentos para la gobernabilidad, democracia y empoderamiento ciudadano.
Habría que esperar de la Cámara de Diputados la misma altura de miras y la suficiente estatura moral y política para concretar el avance de la reforma, agilizar su proceso legislativo y lograr su aplicación para 2012.
La reforma plantea temas que han sido impulsados desde la sociedad aún en contra de la voluntad de algunos legisladores. Por ejemplo, se abre la posibilidad de fortalecer el poder ciudadano a través de la postulación de candidaturas independientes de los partidos políticos en cargos de elección popular, incluido el del Presidente de la República , tema que sin duda ha cimbrado al engominado copete del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
La reforma hace posible que un conjunto de ciudadanos presenten iniciativas de ley o decreto; se orienta a favorecer la gobernabilidad a través de iniciativas preferentes presentadas por el titular del Ejecutivo; establece un mecanismo de sustitución del titular de la Presidencia de la República en caso de falta absoluta; aprueba la reelección de legisladores federales y la posibilidad de que en los congresos locales suceda lo mismo.
Sin embargo, como en todo esfuerzo perfectible, faltó abordar temas como: revocación de mandato; la segunda vuelta electoral; reelección de alcaldes, regidores y jefes delegacionales; reducción del número de legisladores plurinominales; la cuestionada figura del “fuero” que ostentan algunos servidores públicos; la ampliación de los periodos ordinarios de sesiones del Congreso; equidad de género entre aspirantes a cargos de elección popular; revisión integral del sistema de responsabilidades públicas, entre otros.
Se debe asumir la aprobación de la reforma política como un paso hacia adelante, aunque insuficiente en el rediseño del Estado, que requiere el impulso y la exigencia social para que continúe avanzando de manera desencadenante y no conclusiva.
Sería inaceptable y totalmente reprochable que, como muchos ya lo sostienen, en la Cámara Baja se mande al despeñadero el logro alcanzado en el Senado y se bloqueen los cambios para que no surtan efectos en el proceso electoral de 2012, atendiendo los miedos e intereses del gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, quien de facto estaría cabildeando para que, cual fieles canes, sus incondicionales de partido y opositores a otros liderazgos priistas en el Senado, actúen como “despeñaperros” frenando las candidaturas ciudadanas en un esquizofrénico capricho por allanarle el camino a su amo hacia la Presidencia de la República.
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