Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2011-04-23 • Acentos
Lejos de imponer la rectoría del Estado en cuanto a la creciente inseguridad de todos los días, el presidente Felipe Calderón ha optado por abonar al culto de la santa muerte con la aportación de más de 40 mil muertos oficiales durante éste sexenio, más otros miles que de forma colateral han fenecido; y los que faltan.
El recuento de los daños que ha dejado la fallida y fatídica estrategia federal y en general las políticas públicas calderonistas, semejan un episodio apocalíptico al que nos obliga padecer por su terquedad y cerrazón.
No hay claridad en cuanto al rumbo de la nación y como sociedad navegamos a la deriva entre marejadas y tempestades políticas, sociales y económicas, sin que exista un orden de gobierno capaz de dirigir al país.
Ya no es posible atribuir a la falta de experiencia el nulo desempeño de los mochos gobiernos panistas, quienes siempre se han escudado en el pasado para justificar sus ineficiencias y falta de resultados.
Hace días, Felipe Calderón confirmó su presencia como jefe del Estado mexicano al acto religioso de canonización de Karol Wojtyla, mejor conocido en el mundo católico como Juan Pablo II, ceremonia privada a la cual, si es su deseo, debe asistir sin la representación que ostenta y cubriendo sus gastos de manera personal y no a costa de erario, de lo contrario viola flagrantemente la Constitución.
Nuestra Carta Magna obliga a la preservación del Estado laico y garantiza la libertad de conciencia y la no imposición de normas y valores morales particulares de ninguna corriente del pensamiento religioso, con lo que se pretende alcanzar una mejor convivencia al ordenar las actividades de los distintos credos asegurando la igualdad de todos ante la ley.
Si otros jefes de Estado asisten al acto de santificación de Wojtyla será porque su propia Constitución así lo permite y sus ciudadanos lo aceptan; exigir legalidad no es estar contra una fe religiosa.
Es innegable que Wojtyla representa para la iglesia católica un liderazgo espiritual incuestionable. Fue incansable mensajero de paz en todo el mundo y capaz de transitar al catolicismo hacia una mediana modernidad y aunque no logró disimular la macula que le imprimió Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo, su particular carisma cautivó millones de simpatías, entre las que destacan las de los mexicanos, pueblo al que Wojtyla reconoció como “siempre fiel”.
No hay oposición al reconocimiento y realce que se brindará al popular Juan Pablo II en El Vaticano en próximos días, lo que es cuestionable e inaceptable es que Felipe Calderón acuda como jefe de Estado violentando la Constitución , ya no por el hecho de acudir con la mea culpa, será exonerado de tanta muerte que ha propiciado.
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