Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2010-05-15 • Acentos
La incipiente democracia en nuestro país no es sólo el resultado de la alternancia, pensar así evidenciaría una corta visión y un escaso entendimiento de las circunstancias políticas y sociales que han enmarcado el sinuoso camino hacia las mejores prácticas democráticas. Este proceso es el resultado del esfuerzo colectivo, de la sociedad, de la lucha de todos; no es exclusiva de los partidos ni de los políticos.
Ser el árbitro de los procesos electorales implica la responsabilidad de lograr conducirlos con total imparcialidad, libertad e independencia. Con el relevo en puerta de los actuales consejeros electorales, de nuevo como en otras ocasiones, se ha hecho manifiesta la voracidad político-partidista con miras de colocar en estos espacios a subordinados incondicionales que respondan a las exigencias de los partidos.
Cobra trascendencia el hecho de que quienes integren como consejeros el siguiente Instituto Electoral y de Participación Ciudadana (IEPC), tendrán bajo su responsabilidad la organización de los actos y procedimientos relativos a la preparación, desarrollo y vigilancia de los procesos electorales, para elegir a los integrantes del Poder Legislativo, Ejecutivo y a los miembros de los ayuntamientos.
Se descararon a tal grado en el Congreso del Estado, que hubo quienes declararon públicamente y sin decoro que estaban “buscando la forma de cómo repartir entre los partidos a los próximos consejeros”; mientras otros insistían en crear una “comisión especial” que revisara y valorara el tema.
Y es que ser consejero electoral en tiempo de crisis económica parece ser una buena chamba a la que con uñas y dientes se aferran tanto el presidente como los consejeros actuales, al grado que se han inscrito como aspirantes. A la convocatoria hecha por el Congreso se presentaron 127 aspirantes, entre los cuales se nombrará a los relevos de los funcionarios actuales, mediante varios mecanismos de selección, lo que provoca suspicacias porque, no obstante lo que los diputados digan en torno a sus procesos electivos, la verdad es la que ya le han dicho a la sociedad: “nos estamos repartiendo las posiciones”.
El cinismo es tal que algunos de aspirantes “presumen” los nombres de sus padrinos en urgidos intentos por acaparar reflectores, mientras que otros ya hasta sienten haber cobrado la primera quincena.
Es lamentable que una vez más el peso partidista sea el principal motivo que influya en la selección de los nuevos consejeros electorales, sobre todo cuando es muy probable que los mejores perfiles para ocupar esos cargos ni siquiera se hayan inscrito, pues de antemano saben que los nombres de quienes despacharán en el IEPC ya están dichos y quizá acordados por los partidos. Instituciones fallidas como el IEPC son botines que se disputan los partidos y a su vez los mejores lugares para inflar nóminas y colocar a incondicionales en pago de facturas pendientes o en compra de favores futuros.
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