Llamarada de petate

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona
2009-12-19 • Acentos
Felipe Calderón tiene el nada honroso dato de ser el presidente menos efectivo en la gestión de sus iniciativas de reforma ante el Congreso de la Unión. Tan mal están sus números que una administración tan mediocre y locuaz como la fue la de Vicente Fox, resulta todavía menos peor que la de Calderón.
Quizá la ineficacia presidencial se deba a la falta de oportunidad, a la burda ventaja que siempre pretende tomar, a la incompetencia de sus operadores políticos o a la suma de todas estas razones que siempre están presentes juntas, en cada una de sus iniciativas.
Al menos esos antecedentes hacen suponer que son la razón del sorpresivo interés del Ejecutivo por aparecer como el gran promotor de una amplia reforma en materia electoral y de gobernabilidad a tres años de concluir su mandato, es decir cuando ha desperdiciado ya más de la mitad de su administración, por lo que la propuesta parece más una cortina de humo para evadir los señalamientos generalizados de su fracaso en el combate a la delincuencia y a la inseguridad en todo el país.
Aún no terminamos de entender la cerrazón de Calderón por incorporar a puestos clave de su gabinete a sus amigos más cercanos sin importarle en lo más mínimo el bajo perfil, la inexperiencia y la incapacidad manifiesta de los flamantes funcionarios.
No le ha bastado saber que somos el país que peor sorteó la crisis económica mundial, por la implementación de políticas erróneas y medidas mal calculadas y fuera de tiempo y que por esa causa somos los últimos en recuperarnos.
Tampoco ha dimensionado las gravísimas consecuencias que traerá el haber enviado a la pobreza extrema a otros seis millones de mexicanos en una espiral que no parece tener fin.
Si bien el tema de la propuesta de reforma es también importante para el país, pero sin duda que su exitosa aprobación comienza desde los acuerdos y consensos previos que deben acompañar a su presentación pública, así como el que sea parte de un amplio proyecto de nación, con una programación y estrategias definidas y no que pretenda hacer la función de un malentendido as bajo la manga como parece ser el juego ocurrente y recurrente de Calderón.
De una primera y apurada revisión del paquete, se aprecia la falta de integralidad de las propuestas que esencialmente se encaminan a modificar estructuras y esquemas de otro poder y otros niveles de gobierno sin incluir al propio Ejecutivo al que sólo le quiere otorgar facultades extraordinarias que invaden la competencia del Legislativo.
Recupera el tema de la reelección de diputados y senadores que siempre ha tenido la simpatía general porque además de especializar la función, permite desligar a los representantes populares del yugo y de los intereses de las dirigencias partidistas que por lo general no son los de la mayoría.
Sin embargo, disminuir como se propone la Cámara de Senadores a 96 y la de Diputados, de 500 a 400 legisladores federales, es una medida que no representa ventaja alguna porque el propósito de representatividad de las fuerzas políticas se podría alcanzar con la competencia electoral directa por los 300 distritos electorales del país, lo que haría innecesaria la existencia de legisladores plurinominales y con ello adelgazar considerablemente el gasto cameral.
Existen otros puntos que requieren de un análisis más detallado, como las candidaturas independientes, la reelección municipal, el veto a la afirmativa ficta de las iniciativas presidenciales, el porcentaje mínimo de votación para los partidos políticos y otras que dejaremos para una próxima entrega.
salvador@salvadorcosio.org

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