Hediondo

Fuente Ovejuna | Salvador Cosío Gaona

Cual ave negra que apesta a muerte, Felipe Calderón ungió a José Francisco Blake Mora, como cuarto Secretario de Gobernación en su administración, sólo para que tiempo después y en condiciones análogas al lamentable “accidente” donde perdió la vida Juan Camilo Mouriño, Blake sufriera también un inesperado final.
Apesta a muerte el sexenio de Calderón; hiede a violencia, miedo, inseguridad, latrocinio e impunidad; todo lo que toca lo deforma y condena al fracaso; todo lo que emana de su desgobierno está manchado de sangre, podrido y enlutado por el dolor, tragedia, desesperanza y ahora, hasta de mierda.
Calderón no ha hecho otra cosa más que envilecer cada uno de los actos en que participa; quiso legitimarse combatiendo el crimen e inseguridad y lo único que logró fueron ríos de sangre y montañas de muertos; pretendió ser el Presidente del Empleo y consiguió las más altas tasas de desocupación laboral y proliferación de “ninis”; buscó dinamizar la economía, crecimiento y desarrollo; y logró devaluación, pérdida de poder adquisitivo, estancamiento y 10 millones de pobres más.
No es el México de 2011 mejor que el de 2006, porque por lo menos antes, las estupideces y dislates de “la pareja presidencial” eran la nota de todos los días y no la muerte, miedo, terror y zozobra que a lo largo y ancho del país crece sin escatimar edad, sexo, ni condición social.
Este es el México real, donde hiede a muerte; donde ni los más encumbrados están exentos de correr en cualquier momento la suerte de los últimos 60 mil muertos, que fallecidos directamente o de manera colateral, han teñido de sangre al país entero.
Apesta también a corrupción, impunidad y desdoro lo que en teoría hubiera sido un lucido evento deportivo, pero que “salado” con la mano de Calderón se ha transformado en un pestilente escándalo de proporciones mayúsculas y consecuencias gravísimas, pues “los Juegos Panamericanos más fabulosos de la historia”, como fueron bautizados, se han convertido en hedionda mofa generalizada.
Apesta a ratería y es más hediondo el olor a lucro y rapiña, que la fetidez que pulula a cielo abierto entre mierda y basura; que aunque se niegue, esta filtrándose y contaminando severamente El Bajío, zona natural de recarga de mantos freáticos de donde proviene el agua que se consume en el poniente de la urbe.
No se trata de interrumpir o molestar el desarrollo de los eventos deportivos, los atletas son los menos culpables, son incluso víctimas que tienen que soportar la pestilencia y consecuencias del daño al entorno ecológico que es irreversible, por lo que la sentida exigencia es que la autoridad se imponga, impere la ley y se acaten las medidas dictadas para frenar el deterioro.
Aún cuando resta poco al régimen “fecal” que padecemos y lo que de él se ha desbordado, como el desgobierno de Jalisco; al pueblo le resulta eterno; ya anhela termine el fétido olor a muerte y que después de la tormenta vuelva a brillar el sol y con ello la esperanza de una nueva época de paz, bienestar y desarrollo para todos los mexicanos.

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